LLegamos el viernes sobre las 5 de la tarde, lo primero fue inspeccionar
la habitación, en una palabra, IMPRESIONANTE. El baño de lujo y la terraza con unas vistas ideales. Todo domotizado , una pantallita táctil repleta de botones encendía una u otra luz, cerraba y abría las cortinas de la habitación, elegía la temperatura, regulaba la intensidad de la luz y marcaba en la puerta exterior el estado de la habitación, lista para limpiar, no molestar,...
Nos cambiamos y bajamos para recorrer los jardines. Caminitos mil, estanques y cantidad de piscinas: infantiles, jacuzzis, piscina de adultos, ... El día estaba mejor de lo esperado en base a las predicciones meteorológicas pero aún así y aunque iba dispuesta en un principio, al final el frio me pudo.
Enrique se decidió lanzándose por el tobogán de la infantil y fue cambiando de una a otra.
Por la noche y tras cenar en la habitación (picnic casero) bajamos al pub irlandés del hotel, un bar enorme, con bolera, billar, futbolín, zona TV, diana,... y tras la primera copa terminamos en la disco. Lugar un poco oscuro y recargado donde los pocos asistentes se afanaban en bailar animados por los chicos del hotel.
Al final a Enrique no le quedó otra y acabó bailando al son de Marc Anthony, ver para creer, le faltaba la silla, como a su padre.
El sábado bajamos a Chiclana y paseamos por el centro del pueblo. Ya veis no hacía falta ir hasta París, también ellos tienen un puente en el que colocar sus candados de amor, en este caso no sobre el Sena sino sobre el rio Iro.
Por la tarde acudimos a la sesión del spa, tres plantas repletas de piscinas de chorros, jacuzzis, camas de piedras calientes, piscinas de contraste, sauna, baño turco, terma romana, gruta de hielo,duchas de sensaciones,... Enrique se aficionó a la piscina de agua fría, lo que le valió que algunos que intentaban meterse entre espasmos le llamaran loco al verlo allí tan tranquilamente sumergido. Pero no era esa la más fría, había una junto al jacuzzi que sólo cubría hasta la rodilla y que al meterte te entumecía por completo, tanto que al salir 2 segundos después te costaba andar.
Tras salir del Spa pensamos bajar a la playa, pero una tormente nos sorprendió por el camino haciendo el paseo aún más romántico.
Por la noche, de nuevo cenita en la habitación, el regalo sólo incluía el desayuno y tras ver la lista de precios del restaurante "mas económico, tipo snack-bar" (12,95 un sandwich mixto) pensamos que era lo más inteligente.
Después paseo por el hotel, había un señor tocando el piano en el salón de la planta baja y una chica cantando acompañada de una guitarra en el jardín, pero el pubnos había robado el corazón y terminamos allí jugando un billar y viendo el partido.
Hice patria con mi camiseta Kuare.
Por la mañana del domingo y tras un suculento desayuno dimos una última vuelta por el hotel para conseguir que perdurase un poco más todo aquello en nuestra memoria y salimos de allí entre lágrimas y con el firme propósito de volver... tendremos que confiar en la suerte, de nuevo.
Nota: las fotos privadas de la habitación las reservamos para el "video" casero que propusisteis el otro día, quien sabe...