viernes, 25 de abril de 2014

DOS KUARES EN LONDRES: Segundo y tercer días

 La Patri dice:

El segundo día amaneció lluvioso y no cesó de llover hasta el anochecer. Aun así, soportamos estoicamente el mal tiempo mostrándole nuestra mejor cara. Primero estuvimos viendo una exhibición de los jinetes y caballos que forman la caballería real y luego pusimos de nuevo rumbo a Trafalgar Square para adentrarnos en la National Gallery. En esta ocasión sí que visitamos el museo al completo, de cabo a rabo. Contiene este  una extensísima colección de pinturas que abarca el período comprendido entre los siglos XIII y XX. No tiene precio poder recrearte en verdaderas joyas pictóricas de la talla de La Venus del Espejo, de Velázquez; El juicio de Paris, de Rubens; La Virgen de las Rocas, de Leonardo da Vinci; Venus y Marte, de Boticcelli; El estanque de los nenúfares, de Monet; además de otras impresionantes obras de Caravaggio, Rembrandt, Goya, Cezanne, Degas, Tiziano, Rafael, etc. Qué maravilloso rato pasamos entre aquellas salas.
Acto seguido, cogimos el metro para dirigirnos al famoso mercadillo de Camden Town, que solo abre los domingos. Después de recorrer sus interminables calles repletas de tiendas, souvenirs y establecimientos de comida rápida, desembocamos en el variopinto mercadillo, el Camden Market –cubierto, afortunadamente-, que nos encantó. Allí comimos  y luego nos dirigimos a Chinatown. Esta, como su propio nombre indica, es un trocito de China situada en medio de Londres.  Y por allí paseamos entre restaurantes chinos, peluquerías chinas, supermercados chinos, tiendas de medicina oriental china, lugares especializados en masajes chinos… y  –cómo no- entre muchos chinos. Después de tomar un café en un pub, dimos por concluida la jornada. Estábamos empapados y cada vez llovía con más fuerza, así que decidimos acabar el día disfrutando un poco del hotel.

El tercer día volvió a salir el sol y subió un poco la temperatura. Aprovechamos la mañana para visitar la Abadía de Westminster, que también se encontraba cerca de nuestro hotel. Este lugar, fundado en el siglo X, es una iglesia gótica anglicana realmente majestuosa e impactante. Contemplamos sus elevadas bóvedas y paseamos por sus naves y diferentes capillas mientras la audio-guía, incluida en el alto precio que pagamos por la entrada, nos ayudaba a entender toda la historia de Inglaterra que estos muros albergan. Y es que la abadía no es solamente  la iglesia de coronación de reyes desde la de Guillermo el Conquistador en 1066, sino también el lugar donde se celebran las bodas y funerales y donde están enterrados los reyes y reinas que han formado parte de la monarquía de este país a lo largo de los siglos. Pero no solo de sangre azul hemos de hablar, pues también contemplamos las tumbas de personajes tan ilustres como Darwin, Newton, Händel, Geoffrey Chaucer (Cuentos de Canterbury), Lewis Carroll (Alicia en el País de las maravillas), Dickens, Jane Austen, etc. No se permitía hacer fotos en el interior del recinto, por lo que solo pudimos fotografiar el exterior y los claustros.
Después de esta visita, volvimos al hotel, cargamos con nuestro equipaje y comenzamos nuestro viaje de regreso, agradecidos a la ciudad de Londres por el maravilloso fin de semana que nos había permitido vivir y con multitud de recuerdos almacenados en nuestra cámara y en nuestra retina.
Besos para todos.

























martes, 22 de abril de 2014

DOS KUARES EN LONDRES: Primer día



Hola a todos. Como ya sabéis, Vidal y yo hemos pasado el fin de semana en Londres -nos fuimos el viernes y llegamos ayer lunes- y la verdad es que nuestra experiencia londinense ha sido más que satisfactoria.
Como en todas las grandes ciudades, las distancias se multiplican y la gente abunda por doquier, a lo que hay que añadir la cantidad de turistas que, como nosotros, estaban visitando la capital inglesa –por cierto, multitud de españoles-; a pesar de ello, todo en Londres fluye sin el más mínimo atasco o aglomeración, pues es un lugar donde cada actividad está perfectamente organizada y controlada. Esto se complementa perfectamente con la majestuosidad de una ciudad limpia, pulcra y tan cuidada que no vimos ni un solo rincón deteriorado, sucio o con pintadas y, muchos menos, los monumentos. Con respecto a los habitantes de esta gran urbe, lo que me han transmitido en estos escasos días es que es gente tranquila, muy cívica y educada, sin olvidar que detestan y evitan a toda costa los tumultos (nos cerraron una boca de metro durante horas cuando detectaron que estaba siendo utilizada por demasiados usuarios, de manera que permitían a la gente salir, pero no entrar hasta que la muchedumbre se disipara. Lo mismo hicieron con un baño del aeropuerto al ver que había demasiada gente dentro).
Nuestro hotel, el Park Plaza –fantástico- estaba situado a escasos metros del Big Ben, así que este famoso reloj fue lo primero que vimos. Para todo lo demás, nos hemos movido principalmente en metro, aunque también hemos caminado mucho, pues es la mejor manera de contemplar y disfrutar del lugar. El único inconveniente de Londres es que es una ciudad carísima, cosa que queda un poco compensada por el maravilloso hecho de que sus dos museos más importantes tanto a nivel nacional como internacional, el British Museum y la National Gallery, son completamente gratis.  

Comenzamos el primer día visitando todo lo que, como ya he dicho, teníamos al lado del hotel, es decir, el Palacio de Westminster o Parlamento del Reino Unido, en uno de cuyos extremos se alza la torre del Big Ben –ya sabéis que en realidad este es el nombre que recibe la enorme campana de muchas toneladas que se halla en su interior-; el Támesis y The Eye (esta última es una imponente noria que ofrece una vista panorámica de todo Londres y en la cual se ha de permanecer 45 minutos, pues es lo que tarda en dar una vuelta entera. No nos llamaba excesivamente la atención). Después de recorrer la mencionada zona, nos dirigimos hacia uno de los lugares que más ilusión me hacía ver, el British Museum. Este museo –impactante desde que divisas su exterior y zona de acceso- contiene colecciones que abarcan la arqueología, la historia, el arte y la etnografía de las diferentes culturas que forman nuestro mundo: Grecia y Roma, Egipto, Japón y Oriente, Europa, América… Ya podéis imaginar cuál es su extensión, inabarcable en una sola mañana, así que nuestra selección se centró en Egipto y –cómo no- las antiguas Grecia y Roma. Con respecto a estas últimas, es difícil describir la multitud de objetos relacionados con todos los aspectos englobados por estas culturas que allí se encontraban expuestos. Aún así, es necesario destacar, en primer lugar, el Monumento a las Nereidas, un monumento funerario (templo-tumba) del siglo V a.C, perteneciente a una ciudad de Asia Menor (actual Turquía). Se denomina así porque entre sus columnas colocaron estatuas de las Nereidas, las hijas de Nereo, una divinidad mitológica marina. Y en segundo lugar, hay que mencionar la galería del Partenón, donde se te entrecorta la respiración al situarte frente a multitud de estatuas que formaron parte del famoso templo dedicado a la diosa Atenea en la Acrópolis de Atenas, el Partenón.  De igual modo se me paralizó el pulso al contemplar a una Cariátide, una de les columnas con forma femenina que sostienen el Erecteion, otro templo también ubicado en la Acrópolis de Atenas.  En cuanto a Egipto, tuvimos el privilegio de observar la ilustre Piedra Rosetta. Esta piedra forma parte de una inscripción expresada en tres escrituras distintas: primero, la jeroglífica del Antiguo Egipto; segundo, la demótica (última etapa del Antiguo Egipto); y, por último,  la del griego antiguo. Esta circunstancia ha sido fundamental par poder descifrar la escritura jeroglífica gracias al demótico y, sobre todo, a la lengua griega.  La piedra data del siglo II a.C, período helenístico de la civilización egipcia. En esta sección, pudimos contemplar multitud de momias, incluida la de la famosa Cleopatra.
Después de comer y aprovechando que hacía un soleado y estupendo día, continuamos haciendo turismo por los sitios más emblemáticos de la ciudad. Desde Picadilly Circus y Oxford Street, repleta de tiendas y diferentes comercios, llegamos a la plaza de Waterloo, tras la cual nos dirigimos al Buckingham Palace, residencia de la familia real. Es este un lugar precioso, rodeado de unos maravillosos y perfectamente cuidados jardines, donde vimos a algunos miembros de la guardia real. Junto a este lugar, se encuentra uno de los tres grandes parques de la ciudad, St. James Park, por el que no desaprovechamos la oportunidad de pasear. Acabamos el día en Trafalgar Square, una amplísima plaza presidida por la estatua del almirante Nelson y rodeada por la impresionante entrada a la National Gallery, la estatuta de un portentoso gallo azul y  la iglesia de San Martín. De vuelta al hotel, pasamos por la famosa Downing Street, calle cerrada a cal y canto y protegida por fuertes medidas de seguridad  donde se encuentra la residencia del Primer Ministro, y, antes de subir a la habitación, volvimos a disfrutar del Big Ben y del Támesis –esta vez con la puesta de sol-.

(Continuará)