El segundo día amaneció lluvioso
y no cesó de llover hasta el anochecer. Aun así, soportamos estoicamente el mal
tiempo mostrándole nuestra mejor cara. Primero estuvimos viendo una exhibición
de los jinetes y caballos que forman la caballería real y luego pusimos de
nuevo rumbo a Trafalgar Square para adentrarnos en la National Gallery. En esta
ocasión sí que visitamos el museo al completo, de cabo a rabo. Contiene
este una extensísima colección de
pinturas que abarca el período comprendido entre los siglos XIII y XX. No tiene
precio poder recrearte en verdaderas joyas pictóricas de la talla de La Venus del Espejo, de Velázquez; El juicio de Paris, de Rubens; La Virgen de las Rocas, de Leonardo da
Vinci; Venus y Marte, de Boticcelli; El estanque de los nenúfares, de Monet;
además de otras impresionantes obras de Caravaggio, Rembrandt, Goya, Cezanne,
Degas, Tiziano, Rafael, etc. Qué maravilloso rato pasamos entre aquellas salas.
Acto seguido, cogimos el metro
para dirigirnos al famoso mercadillo de Camden Town, que solo abre los
domingos. Después de recorrer sus interminables calles repletas de tiendas,
souvenirs y establecimientos de comida rápida, desembocamos en el variopinto
mercadillo, el Camden Market –cubierto, afortunadamente-, que nos encantó. Allí
comimos y luego nos dirigimos a
Chinatown. Esta, como su propio nombre indica, es un trocito de China situada
en medio de Londres. Y por allí paseamos
entre restaurantes chinos, peluquerías chinas, supermercados chinos, tiendas de
medicina oriental china, lugares especializados en masajes chinos… y –cómo no- entre muchos chinos. Después de
tomar un café en un pub, dimos por concluida la jornada. Estábamos empapados y
cada vez llovía con más fuerza, así que decidimos acabar el día disfrutando un
poco del hotel.
El tercer día volvió a salir el
sol y subió un poco la temperatura. Aprovechamos la mañana para visitar la
Abadía de Westminster, que también se encontraba cerca de nuestro hotel. Este
lugar, fundado en el siglo X, es una iglesia gótica anglicana realmente
majestuosa e impactante. Contemplamos sus elevadas bóvedas y paseamos por sus
naves y diferentes capillas mientras la audio-guía, incluida en el alto precio
que pagamos por la entrada, nos ayudaba a entender toda la historia de
Inglaterra que estos muros albergan. Y es que la abadía no es solamente la iglesia de coronación de reyes desde la de
Guillermo el Conquistador en 1066, sino también el lugar donde se celebran las
bodas y funerales y donde están enterrados los reyes y reinas que han formado
parte de la monarquía de este país a lo largo de los siglos. Pero no solo de
sangre azul hemos de hablar, pues también contemplamos las tumbas de personajes
tan ilustres como Darwin, Newton, Händel, Geoffrey Chaucer (Cuentos de Canterbury), Lewis Carroll (Alicia en el País de las maravillas),
Dickens, Jane Austen, etc. No se permitía hacer fotos en el interior del
recinto, por lo que solo pudimos fotografiar el exterior y los claustros.
Después de esta visita, volvimos
al hotel, cargamos con nuestro equipaje y comenzamos nuestro viaje de regreso,
agradecidos a la ciudad de Londres por el maravilloso fin de semana que nos
había permitido vivir y con multitud de recuerdos almacenados en nuestra cámara
y en nuestra retina.
Besos para todos.