Ya hacia el sur llegamos hasta Oradours sur-Glane a poco más de 400 kilómetros de París.
LLegamos por la tarde y buscamos sitio en la amplia área de autocaravanas que tiene el pueblo, pero fue inútil todo estaba ya ocupado. Pensamos en dar una vuelta por las calles del pueblo y aunque chispeaba nos colocamos en un descampado donde iban llegando todos los vecinos desde la fiesta de fin de curso de un cole cercano. Había un chiringuito montado en el centro y Manolo se prestó voluntario a ir de avanzadilla para explorar el terreno.
Tapia de fusilamientos |
A la entrada te entregan un papelito en el que puedes leer la historia del pueblo y justo tras hacerlo al pasear por sus calles sientes un escalofrío que te recorre el cuerpo de punta a punta.
Los vehículos o lo que queda de ellos continúan en los patio, garajes y talleres como lo hacían ese día.
Sin esperarlo, mientras todos hacían la vida normal, llegaron los soldados que sacaron de manera violenta a todos los habitantes de sus casas, comentaban que incluso había enfermos en pijama o señoras a medio vestir. Los hombres fueron conducidos a la entrada del pueblo y fusilados al momento. En la tapia en la que aquello ocurrió se apreciaban perfectamente los boquetes de las balas.
Comentaba que 2 mujeres consiguieron escapar por uno de los ventanales de la Iglesia, aunque una fue descubierta por el llanto del bebé que llevaba en brazos. Finalmente sólo 4 hombres y una mujer consiguieron escapar de la masacre. Sólo 52 de los fallecidos pudieron ser identificados, el resto se consideró desaparecido y supuestamente muertos.
Asomarte a sus ventanas era como invadir la intimidad de las familias propietarias de la casa a pesar de que unas 300.000 personas visitan este pueblo anualmente.
Tras el triste episodio el gobierno francés decidió mantener las ruinas del pueblo como símbolo a la memoria de lo que nunca debe volver a ocurrir y construir junto a él un nuevo Oradours.
En un principio los fallecidos iban a ser enterrados en una cripta financiada por el gobierno francés pero el hecho de que en 1953 se concediera la amnistía a los perpetradores hizo que los familiares rechazaran el ofrecimiento. El monumento fue financiado por un superviviente que perdió a toda sus familia.
Aquella noche que pasamos a la puerta del pueblo fue también noche de celebración, durante el viaje celebramos 3 cumpleaños y un santo. Esa noche era el santo de Perico y aprovechamos para brindar por el homenajeado, la verdad es que fue una de las veladas más agradables que pasamos a pesar de que la humedad y el fresquito seguía sin querer abandonar la expedición Kuare.
Próximamente Saint Emilion, ciudad de viñedos.
Nuri: Pues sí, estos sitios impresionan bastante. Cuando ves esas casas medio derruidas, piensas que historia tiene cada una de ellas entre sus muros. Muy triste.
ResponderEliminarLa Patri dice: Me alegro de que haya vuelto la continuación de vuestro viaje. Esta crónica ha sido impactante y emotiva. Qué cruel y triste es la historia de este pueblo, y qué escalofríos da pensar que esto es solo un botón de muestra de lo que pasó durante aquella terrible guerra. Que descansen en paz. Las fotos, como siempre, preciosas. Besos.
ResponderEliminarEl Vidal: VIDA EN EL BLOG!!!, jajaja,,,,, bueno bromas aparte decir que me encanta esta entrada, es preciosa, además de muy trabajada. Gracias Almudena por dejarnos "entrar" con vosotros en esos sitios tan maravillosos y llenos de encanto por los que pasais. Una vez más decirte que me ha encantado esta entrada por todo, fotos, relato, etc..
ResponderEliminarBesos.